viernes, 14 de septiembre de 2012

Familia

Algo impresionantemente bueno debí haber hecho en mi otra vida. Supongo que fui un gran héroe, tal vez salvé miles de vidas. Tal vez fui un gandhi, una Teresa de Cálcuta. Debí ser alguien impresionantemente noble, debí haber tenido un corazón enorme. Si no fue asi, no encuentro explicación al porque Dios me dió en esta vida, a tantas personas tan maravillosas, no entiendo porque me dió por padres a un hombre tan trabajador, tan luchón, tan bueno, que muchos no creen, que muchos no ven, pero tiene un corazón como nadie!! Es un niño chiquito aún, nunca creció, a veces siento que es como un hermano porque nunca le he tenido miedo, siempre ha sido el mejor hombre del mundo y el mejor papá que pudo existir, y muchas personas se sorprenden de como es conmigo...
Y sigo dándole y dándole vueltas a este asunto y cuando veo a la mujer que me dió Dios por mamá, me quedo wow! debí ser una santa, debí haber dado la vida por alguien, porque mi mamá es la mejor persona que he conocido, nunca he sabido de nadie que le haga algún desprecio, a cualquier lugar que llega la reciben con los brazos abiertos, es de "sangre liviana" todos se encariñan facilmente con ella, es una mujer luchona, trabajadora, humilde, siempre dá todo de si misma sin esperar nada a cambio, yo nunca podría llegar a ser como ella, no le podría llegar ni a los talones, desde chiquita la escuchaba hablar y la admiraba tanto; me ha dado la vida y por si fuera poco me ha dedicado toda su vida. Nadie se preocupa más por mi, que ella. Nadie se queda sin uñas por los nervios de que su niña no duerma en casa. Nadie. No hay nadie mejor que ella en el mundo.
¿Qué decir de ese viejito? Lo admiro porque también tiene un corazón impresionantemente grande, es noble, es un llorón chipilón, aunque nos regañe, siempre se preocupa por todos y su corazón hace fiesta cuando nos tiene a todos reunidos en su casa. Nada lo hace más feliz que su familia, a mi siempre me está aconsejando, el me puede decir lo que sea, lo puedo escuchar un día entero y no me enfada, porque siento tanto amor en sus palabras... No quiero que me falte nunca, me ha dado tantos sustos, y he sentido que se me va la vida, pero gracias a Dios aún lo tengo conmigo y me hace feliz ir a navojoa y verlo.
Mi masita, es de esas señoras que se quitan el pan de la boca para darselo a quien lo necesite, wow es la nobleza hecha mujer, es impresionante, ha vivido tanto que el escucharla contar sus historias, me dan fuerza para crecer y salir adelante, es digna de mi admiración, tiene un corazón hermoso, todos la amamos. Y también me ha dado algunos sustos, y no podría resistir si algún día me hace falta, no podría resistir perder a estas cuatro personas y a mi hermana que no sale en la foto, pero a pesar de ser más pequeña que yo, también la admiro porque es una niña perseverante, a veces siento que es hasta más fuerte y más madura que yo, me ha dado lecciones a mi que soy la hermana mayor, ha terminado aconsejandome...
No se que hice, no se como agradecerle a Dios por las personas grandiosas que puso a mi alrededor, a veces siento que no las merezco, a veces he sido tan egoísta y ellos siempre han estado ahi, con los brazos abiertos para mi, nunca me han abandonado, no ha habido un segundo donde pueda sentir que no tuve su apoyo.
No tengo nada que reprochar, me han dado mucho más de lo que merezco, mucho más de lo que les corresponde, me han malcriado y convertido en una niña caprichosa, pero no los culpo, les agradezco todo lo que han hecho por mi, y en lo que me han converido porque gracias a ellos, soy quien soy, y como me dice mi pasito "no eres cualquier potranca".
Los amo ♥

lunes, 10 de septiembre de 2012

Paulina Peña Petrellini


Paulina Peña Petrellini compartió por Twitter un comentario............"Un saludo a toda la bola de pendejos, que forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian!” ......El filósofo y escritor mexicano Héctor Jesús Zagal Arreguín le escribe ........No tengo el gusto de conocerte personalmente. No sé cómo eres, desconozco tus cualidades, tus aficiones, tus intereses. Entiendo tu molestia al escuchar las críticas a tu padre, Enrique Peña Nieto. Son gajes del oficio. Deberás irte acostumbrando a los ataques contra él. En una democracia, la crítica es un ejercicio fundamental. Tu padre es una figura pública y, por ende, sus actos serán juzgados con rigor. “¿Por qué son tan duros con él?”, te preguntarás. Bueno, los funcionarios públicos ganan mucho dinero. Hay miles de personas dispuestas a sufrir críticas y cuestionamientos con tal de figurar en la nómina oficial. El sueldo bien vale esos golpes. ¿No?

Pero no es de tu padre de quien quiero hablar, sino de ti. ¿Te confieso algo? Me aterra que hayas utilizado la expresión “hijos de la prole” como un insulto. Insisto, es disculpable que te enfades por la burla hacia tu padre. No me asustaría que los llamaras “babosos”, “tontos”. Es más, no le preocupa el que nos hayas llamado “pendejos”. En cambio, no se puede excusar tu menosprecio a los hijos de los trabajadores, de los obreros.

¿Oíste del escándalo de las Ladies de Polanco? Descalificaron a un policía llamándolo “asalariado”. Algo similar hiciste tú: descalificas a la mitad del país por su condición social. ¿Qué tiene de malo ser hijo de un obrero? Sabes, yo soy nieto de un minero, un proletario. No me da vergüenza decirlo. ¿Te avergonzarías de tu padre si fuese un vendedor de tamales o un plomero?

Tu padre, que ha leído la Biblia, te puede recordar una frase de Jesús en el Evangelio: “De la abundancia del corazón, hablará la boca”. Sin pretenderlo, con tus palabras has revelado tu clasismo. Desprecias el trabajo manual. Minusvaloras a quienes se mantienen con su esfuerzo. ¡Qué tristeza que así piense la hija de un candidato presidencial!

“Hijos de la prole” son, en efecto, quienes estudiaron en escuelas públicas, quienes utilizan el metro, quienes no comen cortes argentinos y quesos españoles, quienes no utilizan zapatos de miles de pesos, quienes no se atienden en el hospital ABC, quienes no viajan en helicóptero. Los hijos de la prole, por el contrario, deben hacer largas horas de filas en las clínicas del seguro social, deben comer carbohidratos (tortillas), deben estudiar en salones sin computadoras, deben apretujarse en los transportes públicos. Los hijos de la prole, querida Paulina, ganan en un año lo que tu padre gana en una semana.

Cuando leas estas líneas has el siguiente ejercicio. Revisa lo que llevas puesto encima: perfume, cremas, desodorante, ropa, zapatos, celulares, aretes. Suma el total. ¿Sabes que traes encima más de lo que una indígena gana durante un año de trabajo duro?

Paulina, me da terror que pienses así. Tu lapsus reveló tu “realidad”: vives en una burbuja color de rosa. “Hijos de la prole” no es un insulto, sino un título honorable. Este país, que tu padre aspira a gobernar, depende de los obreros, de los campesinos, de los empleados, depende de esas personas a quienes menosprecias.

Ojalá este gravísimo desliz, no sea fruto de la educación que recibiste en casa. Ojalá y sea culpa tuya, fruto de tu arrogancia (tan propia, eso sí, de la clase alta mexicana). ¿Qué será de México si lo llega a gobernar una persona que desprecia al proletariado?

Mira Paulina, me parece que por tu bien, debes inscribirte en una escuela pública, reducir tu escolta al mínimo, tomar el metro en horas pico, y ponerte a trabajar. Por si no lo sabes, muchos de los “hijos de la prole” se pagan sus estudios con su trabajo: los hay campesinos, vendedores, obreros. Algunos trabajan desde niños.

Paulina, haz puesto en riesgo el futuro político de tu padre. Pero lo que es más grave: pones en peligro en riesgo el futuro de México.